Un pensamiento

Su Sangre, el Hilo Rojo.

Una leyenda oriental cuenta sobre un anciano que vive en la luna, este sale cada noche y busca entre las almas aquellas que están predestinadas a unirse en la tierra, cuando las encuentra las ata con un hilo rojo en sus dedos meñiques para que no se pierdan.

Algo en esta leyenda cautivó mi corazón, y entre todo lo que encontré y leí sobre ella, que realmente no es mucho, fueron dos cosas, una, la frase medular de todo «Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede tensar, enredarse o contraerse, pero nunca romperse» y lo segundo es que este hilo rojo no solo habla de una relación amorosa sentimental, también es llevada a un plano menos íntimo pero igual de profundo, la adopción. De lo que hablaré en otro momento. 

Volviendo al inicio y lo que me llevó a pensar que está posibilidad no es tan leyenda, es que hay algo profundamente cierto en ella. Todos buscamos esa otra punta de nuestro hilo rojo, hablando en un plano sentimental, anhelamos esa sensación, esa loca idea del amor puro e incondicional, romántico y eterno sin tacha ni mancha, de puestas de sol y cenas a la luz de las velas, todos lo soñamos y nos decepcionamos al dar con la punta equivocada; pero hoy quiero mostrar que ciertamente existe, esa otra punta del hilo, existe, en un sitio no tan romántico, no tan bello, la verdad ningún hombre en conquista de una mujer la citaría a ver como asesinan a un par de hombres, para disfrutar ahí en medio de las velas y las copas de vino, un par de lanzas y chorros de sangre, de fondo música suave que se mezcla con los gemidos y el golpe de huesos rotos, vestida de tacones y gala, corbatín y chaleco para ver en primera fila una sentencia a pena de muerte, no jamás!! No es la idea que tenemos al pensar en la persona que está al otro extremo de nuestro meñique. Pero así es, este extremo de la fibra tomó forma entre clavos y espinas, gota a gota se abrió paso entre la humanidad para encontrarte, para mostrarte que su amor raya entre lo ilógico y lo mágico.

Tararea al bailar el «anciano» …

Este es mi hilo rojo, ese amor íntimo y sentimental, Él nos escogió. Él como ese anciano que bajo de la luna, para atar a dos personas en el destino, bajo para amarnos, bajo de la diestra de Su Padre, para subir a un lugar indigno y doloroso, la punta de su hilo se encuentra atada en los huecos de Sus manos, las heridas de su piel, ahí en el hueco de las llagas de donde se desprendió gota a gota aquel hilo rojo carmesí, se encuentra el amor certero.

La otra punta, tensa y enredada se encuentra en la hilacha atada a nuestro meñique, en nuestras manos.

Jesús entrelazo todos sus dedos en aquella decisión, dice: que derramo toda su sangre.

Es así como se ve el verdadero amor, no dejo nada a la imaginación, no dejó nada al destino, no dejo nada en sus venas, lo sacrificó todo.

Su hilo bañado en agua y sangre no le interesa la tensión que ponemos con la distancia e indiferencia, los reclamos y lamentaciones que reflejan la rigidez de nuestras propias almas.

Reconoce el enredo de nuestra hebra al paso de la vida, luchando una carrera para escondernos, para no querer reconocerlo, buscar otras fuentes, otros motivos, otros argumentos. Lo que me recuerda algo fundamental en esta leyenda, nunca se rompe, así es este amor de Jesús nunca se rompe, nunca se da por vencido, lo podremos enredar, tensar o distanciar, pero jamás romper. A Él no le quedó una sola gota de sangre para ruborizarse por nuestros desplantes.

Este hombre de la luna a quien me gusta llamar Jesús, baja de su lugar cómodo, tranquilo y en paz, sabe que necesitamos de amor, de Su Amor, y nos brinda una oportunidad de encontrarnos con esa ternura, subiéndose a esa cruz y derramando hasta la última gota de Su sangre, hasta el último hilo rojo. 

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