* ENTRE LA FE Y EL MIEDO
Durante un tiempo pensé que tener fe y sentir miedo no era probable, de hecho, así lo aprendí al inicio de mi relación con Dios.
Pero en mi caminar con Cristo he aprendido que es posible que las dos estén; convivir con la certeza de la fe y tener gotas de miedo recorriendo la frente.
Esas gotas no son muestra de mi falta de fe, son reflejos de mi estorbosa humanidad.
La fe es el don de caminar con el espíritu Santo. Se encuentra ahí, limpiando gota a gota mis miedos que se acercan acelerados a entorpecer mi visión. La fe; este don que nos acompaña en la medida que lo empaquemos y lo usemos, entra en acción no en los momentos que queremos sino en los que lo necesitamos.
Sin embargo, como todo don, solo funciona si se alimenta. Es un animal feroz e inofensivo en su etapa de cachorro. Mientras que el miedo siempre tira a morder aun cuando es una cría.
La fe no es peligrosa, sino que se alimenta de forma recurrente y correcta; es como enfrentar un gigante sin haber derrotado un león.
Lo que sí es cierto es que la fe y el miedo se alimentan y la que brinda ese alimento soy yo. Así es. Nosotros le brindamos los nutrientes suficientes a cada uno o decidimos si dejarlos morir de hambre.
Lo curioso es que cada uno se alimenta de modo diferente; el miedo necesita un bocado y se quedara quieto por un tiempo. Como una serpiente.
La fe, por otro lado, requiere alimento diario y una caricia para activarse. Es así como se mantiene en mi vida.
Una vida que da una mirada a la mentira envuelta en la realidad que asoma como tormenta y el miedo comienza a moverse arrastrándose por mis sensaciones, lista para alimentarse y dejar su veneno, hacer su trabajo. Crece más cuando logra morder mi fe.
Mi fe tan fuerte y frágil, cuida lo más valioso de mí: mis ojos. Diciéndome a gritos mientras pierde fuerzas, que no dude y recuerde Sus palabras.
Que observe pero que no crea en la mentira.
Que respire… que esta realidad, no es más que una fantasía que él quiera que viva.
Lucha me grita mientras vanas gotas han llegado a mis nerviosos ojos nublando mi verdad, viendo solo lo que este animal pasea frente a mis ojos.
En ese momento donde todo parece morir, los rezagos de mi fe comienzan a ser alimentados por palabras que suenan a lo lejos, Palabras de fortaleza y amor. Palabras acompañadas de piano, violín y batería, notas musicales llenas de fuerza iban fortaleciendo mi fe.
Es allí, aún con gotas de miedo recorriendo mi espalda, mi pequeño cachorro se ha formado con fuerza y ruge haciendo temblar el mundo a mi alrededor. Con su imponente vigor pone su garra sobre esta serpiente que con audacia intenta morder de nuevo mi fe, esta vez sin éxito.
Mi fe es más fuerte y mi miedo se ha convertido en lombriz.
Pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. NVI.
Pues ya saben que cuando su fe es puesta a prueba, ustedes aprenden a soportar con fortaleza el sufrimiento. DHH
Santiago 1:3