Un pensamiento

* ¿Qué esperar cuando estás esperando? Parte I ¡Estamos listos!

¿Qué esperar cuando estás esperando?: es el título de un libro que traspasó a las grandes pantallas con su mismo título. Una divertida película sobre el anhelo y espera que conlleva el embarazo. Desde la planeación o no, hasta los minutos después de tener esa esperanza de vida en los brazos.

La película muestra varias situaciones donde se abordan los casos típicos de esta experiencia. La pareja que sueña con un hijo y ella es experta en concepción y maternidad. Los hermosos padres que pasan por la decisión de enamorarse en la adopción y luchan con sus culpas.

Los que tienen una cita que parece no ir a ningún lado y… ¡plop! embarazados.

Una independiente mujer y su pareja quedan embarazados sin querer dejar sus carreras profesionales de lado, lo que puede ser un problema.

Por último el embarazo soñado: sin síntomas, sin cambios, sin hormonas locas. Siempre reluciente. Tacones de aguja y piel despampanante. El unicornio del embarazo. Esto acompañado de un toque de  humor y una vista particular de los sentimientos y rol de los padres.

Cada vez que la veo o recuerdo algo de la película pienso en: ¿qué esperar cuando estoy esperando?, ¿en cuál de estas cinco esperas estoy?, y ¿qué está pasando mientras espero?.

He escuchado mucho que: tener un sueño con Dios es como estar embarazada. Pero resulta que hay varias formas de estarlo. Quiero dar un vistazo a estas diferentes “esperas” usando nuestra película. ¡Alerta de spoiler!.

Iniciemos con aquella ilusión: el sueño que buscamos con ansias. El cual intentamos e intentamos una y otra vez, una y otra vez. Ponemos alarmas, recordatorios, señalizaciones. Nos educamos en el tema, leemos, estamos como dirían: “sobre calificados” para afrontar ese propósito. Pero, en cada prueba sale solo una línea indicando que esta vez fue negativo. No. Aún con toda la preparación que creemos tener ese sueño sigue dando una línea en la prueba. Negativo.

Pero mantenernos esperando de Dios lo que todavía no se ha manifestado nos enseña a tener paciencia.

Romanos 8:25

Por lo cual un día decides relajarte un poco. Tomar un poco de distancia y Respirar. Disfrutar del cine, una copa de vino y dejar de pensarlo tanto. Justo en ese respiro, cuando creías que nunca se iba a dar. Cuando dejaste de intentar y te sueltas dejando el control. Un retraso y dos líneas. Positivo para emprender y te das cuenta de que el sueño comenzó a gestar. Crece dentro de ti. Con los días, meses y años vas sintiendo su vida en la tuya.

Pero es una sorpresa cuando ves que esta gestación se está volviendo eterna y agotadora. Te resta fuerza y energía con los días. Y si, en momentos te agobia. Ese sueño que prometía una mágica transición mientras se formaba. Según lo que leíste, aprendiste y escuchaste.

Decían que gestar da un brillo reluciente y que es absurdamente maravilloso. Pero ¡¡NO!!. Es doloroso y abrumador. Ya quieres que acabe. Estás harto de esperar y como dice la protagonista: ¡el embarazo es un asco!.

Fue con esto que desperté a la realidad. Hay sueños que en su transición de espera y gestación nos van a lastimar, nos va a doler. Va a ser un asco el proceso, nos va a causar dolor físico, pies hinchados y temperamento irritante. Este sueño va a poner a prueba nuestra fuerza y resistencia.

Te vas a preguntar ¿de qué sirve todo lo aprendido?, ¿dónde está todo lo maravilloso que me prometieron?, ¿por qué para mí es tan difícil?, no seré capaz o no tendré lo suficiente para ser buena madre/padre de este sueño.

Pero un momento, ha llegado el tiempo de dar a luz. Ha valido la pena… ya casi.

Y, justo cuando lo vas a tener: listo para pujar esa meta. Deben intervenir de una forma radical. Algo no anda como debiera. Una cesárea. Tu cabeza gira de preocupación; ya tenías todo listo. Todo pago. Solo falta pujar y poner el letrero. Ya tienes el dedo en el huellero, la firma en el documento, las argollas compradas, el trasteo recogido. Pero, no puedes pujar, dice el médico con mirada de alarma. Algo falto o algo salió mal.

Hay parece que mueres, todo se torna oscuro, se ha perdido demasiada sangre y energía en este proceso. Ya no tienes fuerza, vas muriendo.

Sin darnos cuenta de que esa muerte es vida.

No lo comprendemos, sin embargo esa justa intervención divina está salvando tu vida y la de tu proyecto. Es lo más inesperado, ni el mejor de los libros o conferencias te hubieran preparado para este frío momento. Parece no tener ningún sentido después de tanto tiempo.

Este nuevo camino que no estaba en los planes trae la vida que querías. Vida que viene de la mano misma de nuestro Redentor. Un momento de oscuridad para darte ese brillo que anhelabas.

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