* ¿Qué esperar cuando estás esperando? Parte III ¡Adoptando!

Siempre he creído que la adopción es uno de los actos de amor más hermosos de la humanidad; de hecho es lo que Dios hace con nosotros. 

En relación a los sueños es tomar el sueño de otro y hacerlo mío, es un proceso donde tu embarazo es enteramente emocional, no te patea, no te dan mareos ni nauseas, pero lo amas, ya cuenta con un par de meses o años, pero no te importa, lo amas, es un proceso tal vez más largo, lleno de intermediarios y visitas.

Preguntas y temores a ser visto como insuficiente para hacerte cargo de ese sueño, de esa meta, de poderlo llevar a su destino, preguntas aca, preguntas allá, cuántos tienes, cuánto ganas, cuánto puedes demostrar, emocionalmente devastador, ya que ante los ojos de los que tienen el poder no eres y no serás merecedor de semejante regalo. 

Llegar a un nuevo cargo, obtener un doctorado, comprar un negocio que no tiene futuro alguno, pero sí para tener hijos se requiere valentía, para adoptar un sueño se requiere gallardía.

Ver futuro donde alguien más no lo vio, darle la esperanza a un moribundo, adoptar los sueños de Dios como propios y darles nuestras vida y nuestro corazón requiere una pizca más de locura llamada fe.

Hay sueños nuestros pero, hay sueños de Él para nosotros.

Sólo que no lo sabemos y generalmente no los escogemos.  Es por eso, que Dios nos corta la fertilidad de dar a luz a sueños egoístas, para que miremos más allá, y adoptemos sus planes, los saquemos de la muerte y le demos vida y un gran futuro.

Pareciera que tienen más requisitos, más miradas, más pruebas, más largo, es una excelente decisión ya que muchos quisieran adoptar, pero la adopción no es un acto de caridad, ni una moda, ni un acción para sentirse bien consigo mismo, la adopción es un acto de amor igual de eterno que la salvación. Motivo por el cual, muchos se quedan en las pruebas y las preguntas. 

Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!

Romanos 8:15 (RV1960)