Un pensamiento

JESÚS Y SU AMOR, CONTRA EL COVID Y SU AMANTE.

Un grito sigiloso ha retumbado en mí nuevamente. Ya lo había escuchado, de hecho no ha parado en nuestros últimos casi dos años. 

Este grito desesperanzador y fugaz ha estado rondando más cerca últimamente; recordándome que no somos nada. 

Este alarido viene con gemidos ahogados y nombre propio. Covid y su amante la muerte; quien se lleva el cuerpo físico y deja moribundos los sueños. 

Primero debo dar gracias a Dios porque su amante no ha tocado mi casa. Sin embargo si ha tocado la casa de personas cercanas o que conozco. Vidas de padres, esposos, prometidos. Vidas bellas. 

Generalmente me llegaban estas noticias una cada tanto, siendo este tanto distanciado por semanas que me permitían orar un tiempo por ellos.

Pero, esta semana se me ha roto el corazón en menos de dos días. Recordé todas estas otras personas que perdieron un compañero de vida y se me apago el alma. 

Esas vidas que fueron promesas que se sintieron rotas. Vidas que fueron fugaces; dejando estelas de recuerdos, sueños y amor. Vidas que no terminaron como soñamos. A pesar de esto,  su final nos ha dejado la esperanza de un reencuentro en la eternidad. 

Su fin puede sembrar en nuestras vidas una nueva semilla de ilusión, un brote de confianza que de otra manera no hubiera sido posible. 

Con esto en mente, hoy quiero sentarme para cambiarme la tranquilidad de mis pies descalzos y utilizar tus zapatos. Zapatos que han transitado la ronda del luto. 

Acompañar a aquellos que no creen que caminaron detrás de un cajón, ese que se lleva los abrazos amorosos y las sonrisas cómplices.

Hoy abrazo con fuerza los brazos que quedaron vacíos. Presto mi oído a las palabras que quedaron incompletas y mi mano para sostenerte cuando la de él perdió fuerza. 

Hoy quiero que sepas que no estás solo/a. Que no pretendo entender tu dolor. No podría pasar por ahí. Pero, acá ahí unos pies dispuestos a calzar tus zapatos cansados y caminar a tu lado. 

No tengo una solución mágica, no la hay. Tampoco una respuesta. Sin embargo, si un amigo que sabe acompañar en medio del dolor. 

Que guarda silencio mientras reclamas y secará tus lágrimas mientras te derrumbas. 

Mientras te sostiene, podrás darle fuertes puños en el pecho pidiendo una respuesta, una explicación. Una oportunidad de despedirte. Él no sé ira, no te culpará, ni te exigirá respeto ni cordura. Él te dejará sentir tu dolor, sin dar un paso atrás. 

Él estará en el vacío que ha dejado tu padre, tu esposo, tu madre, tu hijo, tu abuelo, tu prometido, tu esposa, tu abuela, tu hija. Tu ser Amando. 

Él que no habla más de lo necesario y no guarda silencio por indiferencia, Él que no alardea de su sabiduría, ni te intimida con su gloria. Él estará para y contigo. Sin excusas, sin reclamos, sin olvidos. 

Él no sé ira por tus preguntas, ni se incomodará con tu mudez. Él te entiende desde la muerte misma. Jesús mismo está a tu lado y estará en el camino del dolor hasta la sanidad. 

Yo puedo estar en tus zapatos, pero Jesús los llevó. 

Él no solo conoce tu dolor, lo lleva. Llora tus lágrimas y siente tu pérdida. Fue su pérdida. 

Mi tristeza no es más grande que la tuya, pero Jesús es más grande que nuestras tristezas juntas. Él está. 

Yo solo soy un transeúnte que este día le ha dolido tu perdida y quiere acompañarte. Sin olvidar que Jesús va en tu mismo camino y te guiará por la senda de restauración y reconciliación.

Cristo es un experto en resucitar, quizás no a tu ser querido, pero si lo que murió con él-ella. 

Amigo acá estaré para orar por ti. Jesús está para orar contigo. 

Y recuerda, solos no somos nada, con Cristo lo somos TODO.

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